jueves, 23 de septiembre de 2010

ACERCA DE LABORDETA




Ahora todos estamos consternados por el fallecimiento de José Antonio Labordeta. Todos compungidos y con ojos irritados por un llanto que no cesa por este aragonés universal. Todos cuelgan en su blog, web o Messenger sus canciones, reseñas de sus libros y retazos de su biografía. Todos enlazan con videos de You Tube donde habla de su ex alumno Jiménez Losantos o manda a la mierda de forma popular a señorías ídem. Todos comulgan con sus actos, ideas, canciones, escritos, pensamientos y enseñanzas. Todos vieron su “país en la mochila” y descubrieron con él las rutas y paisajes de la España rural, bella, ruda y quebrada. Es ahora, en el momento de su despedida, cuando nos hemos dado todos cuenta que Labordeta era nuestro mentor y guía espiritual; nuestro ejemplo de cómo han de actuar nuestros representantes políticos allí en el renombrado hemiciclo.


Y ante toda esta masa de seguidores nunca fue capaz de situarse en el número uno de ventas con ninguna de sus ahora afamadas, aclamadas, elogiadas y solicitadas canciones.

Toda su muchedumbre de ávidos e insaciables lectores fue incapaz de situar ninguno de sus libros entre los más solicitados y vendidos de ningún ranking.

Toda su prolífica época de profesional de la enseñanza nos llega ahora, en su final despedida, resumida en un hecho puramente anecdótico al que él jamás dio importancia: el haber impartido clases al ínclito resabido (también resabiado) Federico Jiménez Losantos.

Sobre su verbo y actuación como representante baturro en el Congreso de los Diputados, desde la bancada quasi anónima del postergado y más bien anulado grupo mixto, casi nadie, hasta su deceso, podría haber enumerado más de dos intervenciones que no fueran las anecdóticas y sin importancia del puño y la mierda.

Es patético visitar blogs y páginas web de gente que conoces, que compruebas día a día como transita y peregrina por este valle diario de lágrimas con hechos e ideas que son la antítesis de lo que él entendía por dignidad, pero que han sobresaturado su hoja informática con datos, reseñas, vídeos, canciones y poemas del abuelo, convirtiéndola en un santuario plagado de imágenes y relicarios.

A pesar del injusto reparto que provoca la legislación electoral, por el número de seguidores de la actividad política de Labordeta que ahora se arroban su apoyo total, su partido, La Chunta Aragonesista, se habría dado con un canto en los dientes de haber conseguido más representación que el propio profesor.

Es esta hipocresía, siempre de última hora, que hace adherirse al finado a gentes que jamás, en vida, se acordaron de él; que jamás comulgaron ni practicaron su forma de vivir ni pensar, sino todo lo contrario; que jamás prestaron atención, en general, a sus cantos y poemas; que nunca leyeron nada relevante suyo, porque estos nuevos adheridos son incapaces de leer; y que jamás habrían respaldado los hechos de él porque eso era demasiado comprometido.

Son todos estos hipócritas los que ahora le veneran y le sacan en procesión recordando canciones, hechos, pensamientos y escritos contrarios a su actuar diario. Y el resto, la minoría que le seguía de verdad, que conocía sus canciones y su forma de pensar y actuar, quien siempre le apoyó en su lucha contra la desigualdad y la injusticia, en apoyo constante a los más desfavorecidos, esos son los que hoy callan. Y de estos, los que no tuvieron la suerte de nacer en Aragón, lamentan no haber podido jamás votarle.

Una viñeta de humor representaba muy bien a José Antonio Labordeta; decía así:
¿Sabes que ha muerto Labordeta?
¿Cuándo?
Cuando más falta nos hacía.


Litle Ruiseñor